¡Qué inocente fui cuando me reí de la vida!
Aquella, injusta, que borra una sonrisa y la convierte, así, en dolor.
Tengo lágrimas negras para llorarle,
para amarte, vida, para olvidarte...
Pero entonces te recuerdo,
vuelvo a conocer aquella daga en el pecho,
que me hunde una y otra vez.
La vida se molesta cuando niego sonreír.
Me dice que debo amarte, que debo obedecer.
Ahí está de nuevo, con su gesto irónico...
lecciones obligadas.
Tocarte, sentirte,
quiero violarte con mi amor.
El amor es mi mejor enemigo.
Aquél vigilante injusto que me analizó,
y lo seguirá haciendo hasta el fin.
Pero entonces la recuerdo,
aquella sonrisa, y la forma de sus poros,
aquellos que hundí una y otra vez con los míos...
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